Te llamo
con el canto de la caracola,
que grita algas
que se pegan a mi espalda.
Mientras los recuerdos
me muerden las piernas
y se bañan con mi sangre.
Traté de enterrarlos
con las lantanas
pero por la noche regresaron.
Ahora lucen descarnados,
comen el polvo que se acumula
en los muebles
y habitan entre las páginas de mis libros.
Parece que aún
se niegan
a morir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario