Ahora se ha sentado en el marco de la ventana,
permanece quieta,
solo los primeros rayos de luz
logran ahuyentarla,
no siento su cercanía
hasta que vuelvo la mirada
y me la encuentro,
me acerqué
y permaneció inmutable,
coloqué mi mano
en el vidrio
pude sentirla,
inmensidad congelada
tierra yerma
plagada de oscuridades,
me invita a seguirla
a tomar su mano,
quedamos a un paso de distancia,
se esfuma,
escurridiza se deshace
entre la oscuridad de la noche,
mientras la criatura a mi lado
sigue rugiendo,
entre el frenesí de una respiración entrecortada,
que marca golpes en su pecho.
Viernes, 15 de abril de 2011
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