en los brazos del Invisible.
En su morada,
transmuta y es libre,
entre las corrientes helicoidales
que fluyen al interior
de La Ceiba.
Solo con él
encuentra la fuerza,
para atravesar
el túnel de los cuatro rumbos.
-Déjame ir contigo.
En mi boca
llevo la piedra verde.
¿Acaso no tengo derecho
a beber de tu fuente?
No me niegues la paz,
de tu mar tranquilo,
quiero dormir
escuchando tu canto.
Hola, vengo a a invitarla a mi blog
ResponderEliminares otra onda pero pos qué importa, entre nosotras hablamos.
El poema suyo me gusta porque es melodioso.
Yo solo puedo aseverar: ¡jueputa! (lease imaginando el tono de voz y los ademanes de sobresalto con que lo proferimos Soren Vargas y este servidor cuando encontramos algo lúcido, novedoso y desbordante, generalmente producto de nuestras pláticas).
ResponderEliminar¡jueputa!...¡y más jueputa! El Insobornable y Terrible, el Eternamente Joven, disfruta de este texto. Lo sé, porque soy un hijo de su contradicción y puedo sentirlo.
La imagen es muy elocuente, si se sabe de lo que estás hablando.
Me encantó. Lo reitero,
¡jueputa!
Muchísimas gracias Daniel ^_^ un fuerte abrazo!
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